El test de personalidad que Jung no se atrevió a publicar.
La forma en que diseñas revela más de ti que cualquier terapia de grupo o carta astral. Cada capa, cada tipografía y cada decisión cromática es un espejo de tu personalidad. Abrir tu carpeta de proyectos es, básicamente, una radiografía emocional.
El maximalista barroco no concibe el vacío. Llena cada espacio con texturas, degradados, brillos y sombras que rozan el exceso teatral. Su filosofía es simple: si puedes poner más, ponlo. En la vida diaria acumula objetos, conversaciones y recuerdos con la misma obstinación.
Frente a él se levanta el minimalista zen, apóstol del blanco, los márgenes generosos y Helvetica. ¡Oh, gran Diseño Suizo! Todo lo que toca se convierte en un ejercicio de contención. Lo suyo no es diseñar, es depurar hasta que no queda nada. Confía en que la austeridad tipográfica pueda redimir el caos vital: agendas “minimal”, bullet journals, Notion aesthetic… diseño convertido en promesa de que, si tu tipografía es ordenada, tu vida también lo será.
El inspirado eterno vive en un estado de pre-creación. Sus moodboards crecen como selvas tropicales, pero rara vez entrega algo tangible. Su fuerza está en imaginar, no en ejecutar. En el fondo, acumular referencias le da más seguridad que enfrentarse al vértigo del archivo en blanco.
El diseñador nocturno florece cuando el resto se apaga. Produce de madrugada, en cafés interminables, mientras la ciudad duerme. Su vida es un reloj invertido: de día parece inofensivo, de noche reescribe la Bauhaus.
Está también el solucionador express, capaz de sacar un logo en media hora, una presentación en diez minutos y un cartel en el trayecto del metro. La inmediatez es su superpoder y su condena. Vive en el “ya” y no conoce el lujo de la pausa.
En el extremo opuesto encontramos al diseñador mártir, convencido de que la creatividad es un sacrificio constante. Siempre agotado, siempre incomprendido, siempre víctima del cliente. Su narrativa vital se parece más a un vía crucis que a un portfolio.
Y, como antídoto a tanto dramatismo, aparece el diseñador meme, que convierte el diseño en un chiste permanente. Usa Comic Sans a propósito, mezcla estéticas imposibles y, sin embargo, funciona. Su secreto es simple: si todo puede ser divertido, entonces nada pesa demasiado.
En definitiva, cada uno diseña como vive. Tus tipografías, tus maquetas y hasta tu paleta de color son confesiones encubiertas. Quizá no haga falta psicoanálisis; basta con abrir tu archivo de trabajo. Eso sí: prepárate para descubrir que eres mucho más perturbador (o ridículo) de lo que pensabas.